Lo canta Calamaro y lo dice Cristina en "Vicky Cristina Barcelona". Me lo canto y me lo digo mucho últimamente

Lunes, 13 de Octubre de 2008.

Creo que aprendí a leer más tarde que el resto de mis compañeros del colegio (sí aprendí más tarde que las que eran mis 2 amigas de clase), pero no me importó. Recuerdo que pasaba las tardes pegada a los libros que me regalaba mi padre, leyendo y releyendo. Un día (lo recuerdo como si fuera ayer), sentada en mi habitación con uno de esos libros, comencé a leer en voz alta y descubrí que conseguía hacerlo fluidamente, como el resto de compañeros, los que ya no tenían que leer alrededor de la mesa de la profesora y se podían sentar en su pupitre. Me puse tan contenta que salí corriendo a decírselo a mi madre, que estaba en la habitación de al lado planchando. Tengo muy presente ese sentimiento de gozo, toda esa alegría que me invadió al conseguir algo que llevaba peleando tiempo. Ojalá pudiera volver a sentir ahora esa emoción. Ojalá pudiera volver a hacer las cosas con aquellas ganas de antes, sin importarme el tiempo que me llevara en conseguirlo, porque estaba disfrutando al hacerlo.
Ahora me rindo con mucha facilidad. Me agobio porque todo me agobia y todo es un círculo vicioso del que no consigo salir hasta que descubro que hago algo bien (a menudo últimamente es hecho de casualidad). Siempre necesito ese empujón del reconocimiento, que me hace la más feliz del mundo.
He estado hablando con mi ex-novio y de repente tengo unas ganas espantosas de volver a su lado; de dejarme de tanta historia que no va a ningún lugar. Sé que este deseo es fruto del miedo y de la soledad, de la inseguridad que me produce este pánico, este no saber, esta búsqueda recalcitrante. Este volver a estar en un lugar donde sé que no me quedaré. Siento tanto miedo que quiero parar en algún sitio y hasta me peleo con la idea de tener un hijo y asentarme. Él me daría seguridad en todos los sentidos y yo dejaría de sentirme perdida. Como si ya tuviera un lugar en el mundo y algo por lo que vivir. Un proyecto común. Todos mis proyectos individuales al garete porque me siento la más débil del mundo estando sola. Toda esa emoción de ayer, de volcarme en proyectos donde no sabía qué pasaría, no me interesan para nada hoy. Soy la más cobarde del mundo, pero me empeño en aparentar que soy la más valiente. Cierro los ojos, me lanzo al vacío y, si me rompo una pierna, lloro y busco cobijo; en lugar de levantarme y seguir andando. Soy la más dependiente, pero me empeño en demostrar que soy la más independiente, con mis idas y con mis venidas, huyendo lejos de casa, apartándome de mi familia, cuando poca gente se siente capaz de hacerlo. Todo ello para demostrarme siempre lo mismo. Que no estoy bien en ningún lugar, que nada me vale. No sé si me siento fuera de lugar siempre porque realmente me equivoco continuamente al escoger o porque me empeño en creer que no encajo, porque no soy capaz de superar este complejo de inferioridad. Quiero sentir: “éste es mi lugar”, “encontré mi sitio”, “me siento llena al hacer lo que hago”. Pero ¿cuándo?.