Lo canta Calamaro y lo dice Cristina en "Vicky Cristina Barcelona". Me lo canto y me lo digo mucho últimamente

Domingo, 12 de Octubre de 2008

Me he pasado todo el fin de semana colgada del teléfono, hablando horas con mis amigos de Barcelona para paliar esta soledad que está acabando conmigo. Yo, que me creía independiente. Yo, que creía ser algo más madura y haber aprendido a estar a gusto con mi soledad. Pero aquí estoy: vulnerable, dependiente e inmadura hasta decir basta. ¿Dónde guardo todo este pesimismo que ya no me entra en el alma?. Ojalá pudiera dejar de ser como soy, pero creo que va a ser tarea imposible. Llevo machacándome con las mismas ideas demasiado tiempo; siempre son los mismos miedos ridículos que luego descubro cómo vencer. Y sabiendo esto, ¿por qué perderé tanto tiempo ahogándome dentro del “no”?. Sabiendo que todo este malestar es un sinsentido, que hallaré la solución enfrentándome a él, ¿para qué vivir con esta angustia que no me deja respirar?. Soy infeliz. Quiero ser infeliz porque, de no serlo, tampoco todos estos sentimientos se agolparían unos tras otros, volviéndome loca.
Soy infeliz con él también. Todo es incomododidad hasta que no media una copa de whisky en el medio, que dejo de tenerle miedo. Porque quizá la respuesta también pasa porque le tengo miedo a él, a todo lo que él supone en mi vida. Ya se ha transformado en todo lo que no quería; no creo que pueda venir nada peor que la despedida. O sí.
Hoy, a diferencia de otros días, me siento bien ahora que llega la noche. No sé si por la llegada del silencio o porque sé que se acaba este día de pijama, de miradas a través de la ventana, de mí misma y de esta soledad que me agobia. No se va mi soledad con la noche (todo lo contrario), pero quizá a oscuras me siento bien junto a ella.