Lo canta Calamaro y lo dice Cristina en "Vicky Cristina Barcelona". Me lo canto y me lo digo mucho últimamente

1 de Octubre de 2008

Primer día de clase para mí... pero tercero oficial. A pesar de estar aquí desde el lunes y de haber pasado por la universidad a primera hora de la mañana, no quise cerciorarme de la información que me habían dado el mes de Julio, cuando me dijeron que las clases comenzarían el día 1. Así soy yo.
No me he encontrado nada, con respecto al resto de la clase, que no me esperara. Niñas y niños de 18 años, un par de mujeres mayores, que deben haber accedido por la prueba de acceso para mayores de 25 años y otros dos chicos que ya han estudiado otra carrera o tienen otro tipo de estudios. Por supuesto, el listillo de la clase, que será un poquito mayor que el resto. La verdad es que esperaba que fuera todo un poco menos “familiar”, que los profesores no pidieran la participación de los alumnos durante las clases y que todo el mundo fuera un poco más independiente. Y que la clase fuera bastante más grande. Supongo que todo esto lo deseaba también para pasar un poco más desapercibida, pero todavía es pronto para decidir si me siento cómoda o no.
Me encuentro agotada; me duele la cabeza y tengo la vista cansadísima. Todo el año que viví en Barcelona sentía esta sensación cada poco tiempo; siempre comiendo mal, durmiendo peor y llegando tarde a todos los sitios. Creo que empecé a sentirme un poco mejor cuando consegui crear una rutina; realizando ejercicio cada 3 días, comiendo a la misma hora y tratando de llegar pronto a los sitios. Pero claro, esa rutina me aburrió a horrores y fue por eso que también decidí dar este giro. Pero está claro que no es positiva esta desorganización en la que se convierte mi vida cada vez que realizo un cambio en ella. Es imposible que pueda vivir con este desorden. Más aún, cuando yo no sé dónde está colocada cada cosa.
Estoy planteándome ir a Barcelona este fin de semana en coche para recoger todo lo que tuve que dejar allí (esto es: TODO; ropa, música, libros). El viaje será pesado y carísimo, pero me encuentro incómoda sin mis cosas. Las compañías de transporte me cobran sólo unos 50 euros menos de lo que me costaría viajar a mí. Pero el verdadero motivo por el que iría es porque ya empiezo a sentirme sola y los echo mucho de menos a todos.

Me acuerdo de él también porque me siento sola. Sé que este dolor también me hace sentir viva.
Que esta espera de sus noticias me hacen conservar una ilusión que no tendría si ésta fuera una relación normal. No sé por qué, pero, de repente, me asusta seguir así dentro de 5 años. Verme con 30 años y observar que sigo sin saber vivir la realidad. No llamará hasta la semana que viene. Me encuentro, de repente, contando los días y las horas de nuevo. Tres días que no sé nada de él. Quizá 5 más.